El Niño Jesús de Isinche es una figura religiosa venerada en la comunidad de Isinche Grande, Cantón Pujilí, en la provincia de Cotopaxi, Ecuador. Su historia se remonta a finales del siglo XIX, existen varias versiones sobre su aparición, pero la más conocida entre los habitantes de la zona es la que se describe a continuación:

En la hacienda de Isinche, donde actualmente se encuentra el Niño Jesús de Isinche, antiguamente era un telar o fábrica de tejidos, en la cual se recibían bultos de lana y se procesaban. Los campesinos que vendían la lana de sus animales, caminaban largas distancias para llegar a la hacienda, y al ser grandes cantidades de lana necesitaban ayuda de un animal de carga, usando para ello: caballos, mulas y asnos como su medio de transporte.

En un día normal, uno de los asnos empezó a caminar más lento que el resto, en cada paso se cansaba más y llevaba el peso de su cuerpo solo a un lado, pero su dueño no se explicaba su comportamiento, debido a que siempre llevaban la misma cantidad de carga y de manera pareja en cada lado. Al llegar a la hacienda se percataron que dentro de uno de los bultos de lana que llevaba el animalito se encontraba la imagen del Niño Jesús de Isinche, el dueño de la hacienda al pensar que era un simple juguete, se lo obsequio a una pequeña niña, hija de uno de sus trabajadores.

Apariciones entre sueños

En la noche del acontecimiento, el Niño Jesús de Isinche se le apareció entre sueños al dueño de la hacienda, en donde le dijo que no se trataba de un juguete sino de la representación de Jesús recién nacido, y que debía ser venerado como tal, sin embargo, el dueño no le dio importancia al sueño y continuó con sus actividades normales. Al pasar los días, el Niñito se aparecía continuamente en sus sueños, y en uno de ellos le advirtió al dueño que, si él continuaba sin darle importancia, su ganado y cosechas poco a poco desaparecerían. El dueño continuó ignorando estas apariciones, hasta que un día empezó a notar plagas en sus cultivos y que sus animales se enfermaban o fallecían repentinamente.

Esa noche, el dueño desesperado empezó a orar para no perder todas sus cosechas y animales, a su llamado el Niñito apareció nuevamente en sus sueños, pero esta vez con un mensaje especial. El Niñito le dijo al dueño que a la hora del almuerzo del día siguiente iba a llover muy fuerte y que él estaría durmiendo en una piedra sobre el río esperando a ser rescatado por el dueño, si esté no lo hacía, la corriente crecería tanto hasta llevar consigo sus cultivos, animales y una parte de la hacienda, dejándolo en la ruina.

Al día siguiente el dueño realizaba sus actividades normales, y justo al momento del almuerzo comenzó a caer una torrencial lluvia, en ese momento el dueño ya no pudo ignorar más todas las apariciones y mucho menos la advertencia del Niñito. Salió corriendo al río y después de una búsqueda inalcanzable logró encontrarlo, se encontraba sobre una piedra apunto de que la corriente se lo llevé, tal como lo dijo en el sueño. Después de ese día, el dueño empezó a construir una pequeña capilla dentro de la hacienda. Con el tiempo, la noticia del hallazgo se difundió por toda la región, y la imagen del Niño Jesús de Isinche se convirtió en objeto de devoción y peregrinación para los habitantes de Pujilí y sus alrededores, esto se debe a que la imagen realiza milagros y concede favores a aquellos que le rezan con fe.

La imagen del Niño Jesús de Isinche, actualmente, se encuentra en la misma hacienda de su aparición a finales del siglo XIX. Todos los fines de semana la hacienda recibe a propios y extraños que acuden con gran devoción hasta esta localidad para poder visitar al Niño Jesús de Isinche.

Datos curiosos

Los moradores del sector creen que el Niñito crece con el paso de los años, esto se debe a la gran cantidad de ropa que ha dejado de quedarle y que cada cierto tiempo solicitan que se le tome nuevas medidas de calzado.

Los cuidadores de la hacienda mencionan que, en ocasiones y por las noches, han visto una silueta de un niño jugando por el campo y en el río, y que a la mañana siguiente observan que sus zapatitos están llenos de lodo y sucios. De allí, nace la creencia que el niño es juguetón y travieso.